En este semana de San Valentín vamos a hacer una reflexión sobre el amor y la dependencia. No confundamos el amor con la dependencia afectiva, ya que está genera sufrimiento y depresión. Os explico el porqué.
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Un gran porcentaje de pacientes acuden a consulta por problemas derivados de una dependencia afectiva extrema que les impide establecer relaciones amorosas adecuadas. Está adicción afectiva tiene casi las mismas características que cualquier otra adicción.
En cuanto a los datos científicos que podemos tener a nivel psicológico, siempre sabremos más sobre una depresión que sobre un exceso afectivo. No nos impacta tanto el amor desmedido como una tristeza absoluta. Sobreestimamos las ventajas del amor y minimizamos sus desventajas. El apego afectivo de nuestro alrededor lo aceptamos y lo permitimos. Casi podemos decir que en la sociedad que vivímos somos adictos al amor. Pero, ¿estamos amando de una manera limpia, honesta y con libertad?
Depender de la persona que se ama es una manera de enterrarse en vida, donde el amor propio, el autorrespeto y la esencia de uno mismo son regalados irracionalmente a la persona amada. La persona apegada comienza a sufrir una despersonalización lenta e implacable hasta convertirse en un anexo de la otra persona. Cuando la dependencia es mutua, el enredo es trágico. Nos han educado que el amor debe tener adicción, es un absoluto disparate. La mayoría de las personas que acuden a terapia es por problemas relacionados con está dependencia patológica interpersonal. Es decir, una incompetencia total para resolver el abandono o la pérdida afectiva. También permanecen inexplicablemente en una relación que no tiene ni pies ni cabeza.
Lo que la terapia intenta promover es generar autocontrol en las personas adictas al amor, es decir, que sean capaces de que aún necesitando la droga sean capaces de pelear contra la urgencia y las ganas. No podemos esperar a desenamorarnos para dejarlo, debemos aprender a superar los miedos que se esconden en el apego, para mejorar nuestra autoeficacia, aumentar la autoestima y el autorrespeto, desarrollar estrategias de resolución de problemas y autocontrol. Todo ello sin dejar de sentir lo que siente, por eso es tan difícil. Descubriremos que lo que sentía no era amor sino una forma de adicción psicológica.
Una buena relación necesita mucho más que afecto en estado puro. Una buena relación de pareja debe fundarse en el respeto, la comunicación sincera, el deseo, los gustos, el humor y ser efectivamente libre.