Desde niños nos han hecho adictos al reconocimiento externo, a la palmadita en la espalda,..en caso de no lograrlo hemos generado defectos propios: somos torpes, feos, gordos, tímidos o débiles. Todo esto ha hecho mella en nuestra autoestima porque a nadie se le ocurrió preguntar si nos sentíamos orgullos de nosotros mismos, si nos queríamos o nos aceptábamos siendo niños. Así vienen a consulta muchos adultos: perdidos ,frustrados, sin saber focalizar su futuro.
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La autoestima no se presta, ni se descuida, ni se deja olvidada. Sin embargo, en esta nuestra sociedad, seguimos necesitando el refuerzo ajeno para reafirmarnos y seguimos diciendo SI con la boca pequeña, cuando tendríamos que NO con voz firme. Nos olvidamos que el abandono más grande de nuestra sociedad es dejar de amarse a uno mismo…
Nos bombardean con publicidad de como aumentar nuestra autoestima, que si pienso frases positivas mirándonos al espejo y diciendo que somos lo mejores antes de salir a la calle,…pero realmente nos sirve de algo? Al poco tiempo volvemos con nuestros círculos viciosos de pensamiento negativo. Aparecen de nuevo las inseguridades, el miedo al que dirán, y volvemos a esa búsqueda de reconocimiento ajeno. ¿Por qué? Porque no sabemos realmente qué es la autoestima, porque no es sólo quererse a uno mismo, sino mejorar y trabajar la percepción que tenemos sobre nosotros mismos y la interacciones que tenemos con las otras personas.
No saber atendernos o autoabastecernos de amor y de cuidados personales nos hace una y otra vez cometer el mismo error, el mismo comportamiento, buscar en los demás lo que no nos ofrecemos a nosotros mismos. Hemos de ser personas autónomas emocionalmente, saber que somos valiosos en sí mismos y dignos para aspirar a cualquier meta, propósito u objetivo. Sólo así seremos capaces de encontrar la parte positiva de las críticas de los demás.
Tener una baja autoestima nos hace vulnerables a lesiones psicológicas que pueden aparecer en nuestro día a día. Nos cuesta más tolerar la frustración, el fracaso, las decepciones de los demás, y nos cuesta aún más gestionar la ansiedad y el estrés. Por ello, es necesario crear un “sistema inmunitario emocional” al igual que tenemos órganos, células, para hacer frente a virus o infecciones hay que intentar lo mismo a nivel psicológico. Se trata de integrar unas estrategias que nos sirvan como barrera de defensa y de protección como la autoconfianza, el amor propio, el sentido del humor, saber decir no, … focalizar nuestra mirada en nuestras competencias, logros y habilidades siendo realistas.
Si de verdad queremos mejorar nuestra autoestima hemos de aceptamos en cuerpo y alma. La baja autoestima nos excluye en la zona de confort, en la inmovilidad y en el miedo, no nos deja salir de ahí, así que tenemos que intentar explorar, buscar , indagar,…aunque nos equivoquemos. Dejarnos llevar por el placer y la intuición. Atrévete a priorizarte como te mereces, es posible que en tu día a día focalices tu esfuerzo, pensamiento y energía en recompensar a los demás, esto sólo te lleva a sufrimiento. Así que aprende a recompensarte cada día:
– Regálate tiempo: pasear, comprar,…
– Regálate un libro, una escapada, un silencio,…
– Se congruente con tus sueños, deseos y actos
– Regálate buenas personas en tu vida y deja de lado a las que te incomodan.
Para reparar una autoestima herida requiere tiempo, pero poco a poco estoy segura que lo conseguiremos con confianza y voluntad para ir por la vida sin miedos ni culpas.